sábado, 14 de febrero de 2015

Fuck Valentine

¿Quien no ha querido que todos los 14 de febrero de su vida fueran tan dulces como un caramelo? Seguramente todo aquel que tuviera una mente romántica pudiera pensar en eso, pero en aquella casa quien quizás tenía una mente más romántica fuera Walter, el criado, quien recogía flores del jardín para Alyss, aunque la excusa de ese hombre era que el frío las congelaría. El resto de personas de aquel lugar, habían vivido demasiado para considerar el día de San Valentín como un día más especial que otro cualquiera.

Lo mismo, ocurría con el matrimonio entre Celia y Glen, aunque la mujer lo había intentado, había intentado pasar un agradable día con su marido, salvar las distancias que había entre ambos que cada vez se hacían más largas. Al menos Glen reconocía su esfuerzo, pero para él ya no se podía salvar algo que llevaba tanto tiempo muerto, ambos habían cambiado, habían cambiado tanto que eran completos desconocidos el uno para el otro. Desconocidos que nunca volverían a llegar a conocerse.

- ¿Qué te parece? - Glen alzó la mirada de uno de sus libros para verla lucir uno de aquellos oscuros vestidos que tan bien le quedaban. La mujer frunció el ceño al recibir solo una simple mirada - ¿Haras que me cambie de ropa?

- No.. estas preciosa, siempre has estado preciosa - No mentía, Glen siempre había considerado a su mujer un ser tremendamente hermoso. Pero esa belleza se había convertido en algo monótono-.

- Glen... ¿qué demonios te pasa hoy? - Celia borró la sonrisa de su rostro para mostrarse más seria a la vez que cruzaba los brazos-.

- ¿A mi? A ti dirás...

- Odio cuando te pones así.... eres un maldito muro contra el que me doy de cara siempre que intento llegar a ti... es frustrante Glen.


Glen apartó la mirada de ella para volver a mirar a su libro, dobló la esquina de la hoja con cierta parsimonia, como recreándose en un silencio que él mismo alargaba. No quería discutir, no quería empezar una pelea donde ninguno de los dos ganaría y simplemente se empeorarían más las cosas. Pero acabó por cerrar el libro y levantarse del sillón donde había estado sentado en todo momento. Tomó aire y lo soltó mientras se echaba el pelo hacia atrás.

- Quizás si no hubieras empezado tu propia guerra contra mi hijo... y antes de que digas nada, yo mismo lo escuché - ver al risueño Glen sin rastro alguno de su sonrisa era inquietante, se mantenía serio y su mirada quedaba fija en los ojos de su mujer,

- ¿Crees que es fácil Glen? Ver todos los días a ese niño... a tu hijo con OTRA mujer - Celia apartó la mirada, apretó los puños contra su falda llena de rabia-.

- Tú no estabas, ni tienes derecho a replicar nada... tú, ni siquiera has podido - resopló recordando cada uno de los intentos que habían tenido para tener lo que Eiven era, un niño. Por unos instantes pudo ver como el rostro de su mujer se descomponía al tiempo en que bajaba la cabeza-.

- ¿Es por eso Glen? ¿Acaso nuestras hijas no significan nada? - la voz de Celia sonaba rota, en un sollozo, aguantaba el llanto pero el propio Glen también lo hacía-.

- Claro que importan, claro que me importan... Fui el único que estuvo siempre con ellas .... Y estaré siempre con Eiven por mucho que te moleste... - aquella conversación le estaba llevando hacia recuerdos, recuerdos que le dolían como puñaladas a sangre fría - Como estuve con Gunnar...

Ese nombre fue el que hizo que todo se volviera silencioso, que incluso el llanto de Celia cesara, los lentos pasos de Glen le llevaron hasta la ventana donde miró por un momento su propio reflejo, antes de secarse una lágrima que se escapaba de su ojo.

- Cuando nació ni siquiera quisiste mirarle, ni siquiera quisiste ponerle un mísero nombre, porque tú ya sabías que pasaría.... tú lo sabías de sobra pero te callaste como la mayor puta que jamás conoceré. - Tomó aire, para continuar hablando - durante aquel mes hice todo lo que había a mi alcance por salvarlo... pero era en vano y tú hacías como que él ni existía... y murió en mis brazos... ni siquiera le diste entierro conmigo, era nuestro hijo.... nuestro. - se giró hacia ella, miró aquel llanto de la mujer que había retomado con más fuerza; pero en silencio. Caminó hasta llegar a su lado, retirar su pelo de su cuello y sonreír, una sonrisa que heló a la mujer - Y desde ese día, te odio, te odio con todas mis fuerzas, y te odiaré siempre. Y no puedes culpar a Eiven de ser el hijo que tú nunca llegarás a tener, ni culpar a su madre de ser para Eiven lo que tu jamás fuiste para Gunnar.

Una simple mirada de desprecio acompañada por aquella inquietante sonrisa fue lo último que Glen le dedicó a su mujer aquel día. Pues se alejó de ella y salió de aquella habitación. Estaba cansado de aquello, de aquella maldita situación que no llegaba a solucionarse por más que lo intentara. De que ella después de todo lo que estaba pasando siguiera mintiéndole, siguiera ocultando la verdad. Una verdad que él hacía tiempo que sabía pero quería escuchar de sus labios. Que jodieran a Celia, que jodieran a todo el mundo en aquellos momentos y que jodieran al maldito día de San Valentín.



jueves, 25 de diciembre de 2014

Smoky Christmas‎

Lo peor de aquella custodia compartida con su hijo, era aquel día, en cuanto el reloj marcara las diez de la noche tenía que llevar al pequeño junto con su madre. La pequeña Cora seguramente no se lo tomaría demasiado bien, pero pelearse con Rebecca por darle a Eiven un día de navidad sin traqueteos era un dolor de cabeza que le resultaba innecesario tanto para él como para el pequeño. Suficiente tirria le había cogido ya la mujer como para provocarla más, aunque eso en su cabeza era hasta divertido. Pero para Eiven, era mejor no ver a sus padres discutir continuamente. No había que ser demasiado inteligente para ver como afectaba eso al niño.

Diez menos cuarto, Glen apartó la mirada del reloj para fijarla en su hijo, estaba tirado en el suelo jugando con el resto de niños y con algunos de los animales de Gilbert. Aquella reunión familiar no parecía ser el desastre que eran la mayoría, incluso Revi se comportaba, aunque en algunas ocasiones le había dado aquella risa inquietante suya. Y ahora debía de arrancar a su hijo de aquel ambiente tan agradable y familiar para llevarle al nuevo tugurio donde vivía su madre. Solo un trago le bastó para terminarse la copa y caminar hacia su hijo. 

Eiven ya sabía de sobra lo que tocaba, por eso cuando le vio acercarse se puso en pie y se sacudió la ropa que tenía llena de pelos de gato y cogió un paquete que había dejado en un lugar seguro. Glen recordaba muy bien aquella semana recorriendo mil lugares diferentes solo para que el pequeño le encontrara un regalo a su madre, una semana agotadora pero el niño era detallista como nadie con su madre, suponía que era su forma de decirle que la echaba de menos. Glen sujetó el paquete para que se pusiera el abrigo, pues la verdad es que Glen dudaba bastante que en aquel piso donde el pequeño dormiría, hubiera calefacción.

Y llegó el momento en el que el niño comenzó a despedirse de toda aquella familia que se quedaría siguiendo con aquella cena, Comenzó con los niños y acabó repartiendo cariñosos besos a todos los adultos, bueno, a casi todos. Después de aquello tanto Glen como Eiven se marcharon de allí.

- ¿Crees que le gustará el regalo papá? - la voz del niño resonó por primera vez cuando atravesaron el portal de aquel edificio. Durante todo el camino había ido en silencio, pensando en dios sabe que-.

- Claro ¿Ahora dudas? - Claro que le gustaria, o al menos esperaba que como toda madre corriente Rebecca llegara a fingir un poco de entusiasmo por aquel regalo.

Parecía que aquella respuesta había bastado para complacer al niño, que sonriente abrazaba el regalo. Glen esbozó una simple media sonrisa mientras subía las escaleras. Le hacía bastante gracia el entusiasmo del niño por algo tan simple. También era cierto que Glen no había sido "niño" en su momento y todo comportamiento tan inocente y alegre de cualquier infante le llamaba la atención y nunca llegaba a acostumbrarse a este del todo.

Llegaron hasta la planta correcta, algo de humo se filtraba por debajo de la puerta hasta el pasillo. Rebecca debía cocinar muy mal para liar tal humareda, pero dudaba de que fuera eso, aquella mujer no permitiría que nada se le chamuscara, debía de pasar algo. Apretó la mano de su hijo levemente mientras llamaba al timbre, en su imaginación solo se le ocurrían cosas disparatadas que seguramente la mujer nunca permitiría que le pasara. No hubo respuesta. Llamó de nuevo y de nuevo silencio. Aquello ya era demasiado extraño. Se agachó y tomó a su hijo por los hombros mirándole a los ojos y quizás le miró de un modo demasiado serio, poco propio en él, pues vio en Eiven una mueca de extrañeza.

- Espera aquí campeón ....

No esperó a que el niño respondiera para abrir la cerradura con un viejo truco de juventud, aquellos pisos tenían unas cerraduras pésimas en cuanto nivel de seguridad, cualquiera podía forzarlas. Al abrir todo el humo que se había acumulado en el apartamento le golpeó en la cara. Tosió e intentó  al menos despejarse los ojos para poder ver a su alrededor, no había rastro de la mujer aunque si se podía ver que se había esmerado en decorar todo, incluso en cocinar, pues supuso que la cena era la causante del humo. El crujido de algo bajo sus zapatos hizo que mirase hacia abajo, un adorno hecho añicos y ni rastro de ella.

- ¿Papi? - Eiven al final no pudo esperar y entró ante aquel humo y ese silencio-.

Caminó hasta su hijo y volvió a agacharse para mirarle de nuevo a aquellos ojos violaceos que ahora se mostraban llorosos. Su hijo era demasiado listo y no podía engañarle en aquella situación. El niño sabía que algo le había ocurrido a su madre, y seguramente ese algo no fuera algo bueno. Secó una de las emergentes lágrimas con el pulgar y le dedicó una sonrisa para tranquilizarle, aunque terminó por abrazarle.

-  Eiven... no te preocupes, seguro que no es nada y te traerá un regalo enorme en compensación....

Sabía que no se tragaría aquella mentira, pero era lo único que se le ocurrió, se separó del pequeño para apagar el horno, eso si, no lo abrió, no le apetecía volver a casa oliendo a pavo carbonizado. Volvió junto a su hijo y esta vez desaparecieron de allí.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Memories of time

- ¿Y tu quien eres?
- Soy Vincent..
- Vincent...
El niño alzó los ojos mirando a aquel muchacho, le sacaría unos 5 años no muchos más, y Zeitter había clavado sus ojos en él, le examinaba, le producía tanta curiosidad y admiración el simple echo de que ese tal Vincent no le miraba con desprecio, no parecía querer maltratarle de ningún modo. Se puso en pie y sacudió el polvo de sus raídos pantalones.
- y.. ¿qué quieres Vincent?
- sacarte de aquí...
Los ojos del pequeño Zeitter se entrecerraron y no pudo evitar recular pegando la espalda a los barrotes opuestos de su jaula. ¿Sacarle de allí? No iba a caer de nuevo en aquella trampa, todos aquellos que habían querido liberarlo era para divertirse ellos también.
- No te creo.
Vincent le dedicó una fugaz sonrisa mientras con aquellos pasadores abría la puerta de la jaula apartándose de ella, dejándole ver a aquel niño del infortunio, que no pretendía hacerle daño alguno. Zeitter desconfiado terminó saliendo despacio de aquella jaula, aquella jaula que se había convertido en su casa, pues dentro de ella el poder del pequeño era controlado. Dejó atrás aquella cárcel tambaleándose mientras su cabeza se llenaba con el sonido de cientos de relojes, cayó de rodillas y un grito salió de su garganta, sus cabellos descuidados se volvieron totalmente rojos, y el reloj de su ojo desapareció. Vincent no se acercó, contempló al pequeño que empezó a reirse en aquel susurro que era su voz, en aquel momento las campanas de la ciudad anunciaron la medianoche.
- Gracias Vincent ...
- ¿estas bien?

- Lo estaré

Echoes of the abyss 2

El sonido de las botas resonaba sobre el pavimento, ecos que ahogaba el ruido de la lluvia al caer. El tiempo atmosférico se había vuelto loco, aquel calor no era normal para estar en diciembre, era demasiado sofocante. A parte, no dejaba de llover las nubes hacían que cada noche fuera terriblemente oscura. Las noches perfectas eran como aquella, enmascaraban ruidos y sombras, ocultaban a todos aquellos amantes de lo prohibido, gente, seres, que eran despreciados a la luz del día.
El sonido de las botas cesó y el hombre que las portaba miró por un instante a su alrededor, sentía que le seguían pero no veía a nadie, ni nada. Hasta que cuando se dispuso a volver a caminar vio ante sus ojos a una niña, no tendría más de ocho años, que sollozaba por andar perdida. Aquel hombre se acercó a ella, por curiosidad más que por lástima por aquel tiempo había demasiados niños abandonados, esa niña habría corrido la misma suerte que otros. Pero la pequeña solo era un anzuelo del que se percató cuando sintió como su cinturón se aligeraba. Entonces todo cobró sentido al ver a aquel ladronzuelo salir corriendo. Otro niño no más mayor que su cómplice y en aquellos momentos ambos salieron corriendo.
No iba a dejarles escapar, aquella noche había hecho fortuna con las trampas jugando a las cartas y no iba a permitir que unos críos se quedaran con aquel tesoro.
El pequeño corría, aferraba con fuerza la bolsa de monedas contra su pecho, con lo que había en la bolsa tendría comida para dos meses, para sobrevivir, no querían el dinero para otra cosa. Llevaban tres días sin echarse nada a la boca. El grito de su compañera le hizo detenerse y mirar hacia atrás.
- GLEEEEN
Aquel hombre la había atrapado sujetándola por el cuello de su sucia camisa. La registró por completo, incluso llegó a tocar sus zonas más puras. Glen contempló aquello con horror y más cuando sintió el crujir del cuello de su amiga. Y eso le hizo inconscientemente gritar de horror, un error pues el hombre detectó su posición y ahora avanzaba hacia él. Por ello volvió a salir corriendo, la lluvia había empapado su capa lo que hacía que pesara y se liara entre sus piernas haciéndole más lento, y sintiéndolo mucho se desató esta dejándola caer sin dejar de correr. no le iban a coger, no iba a morir. Un tirón terminó metiéndole en un callejón, y una fuerte mano evitando que gritara. Pero no se asustó, quedó más tranquilo al ver a su perseguidor pasar de largo. Y entonces escuchó a su salvador.
- Escurridizo ladronzuelo ¿cuantos años tienes?
- 8...
- Eres un crío... mi nombre es For ¿Cual es el tuyo?

Glen no pudo articular palabra alguna pues, el hambre, la tensión y la fiebre que le recorría desde hacía días habían hecho que al fin se desmayara, pero al menos el niño ya estaba a salvo.

Echoes of the abyss

Habían pasado cinco años desde la última vez que se vieron. En una familia normal, en una familia unida y querida , ese tiempo lejos el uno del otro habría sido una tortura. Para Judy aquel tiempo solo era la calma que precedía la tempestad, una tempestad que había temido y que la hacía constantemente estar alerta. Era cuestión de tiempo que aquella calma se rompiera, que sus actos tuvieran sus consecuencias. no había sido una buena madre, no había sido una buena persona, no había hecho nada bien, su ego, su orgullo y sus ansias de poder habían hecho que la tranquilidad en la que vivía se rompiera en añicos.
Ya era hora de pagar por todo, los pasos de la mujer resonaban en el silencio de aquel palacete, todo el servicio parecía dormir, eso conseguía ponerla de los nervios, no había nadie despierto que pudiera velar por ella, para que pudiera pagar lo que ella había provocado.
Su mano se detuvo en el pomo de la puerta, dudó durante unos instantes y finalmente la abrió, la corriente por el viento que entraba por la ventana apagó su vela. Pero la luz de la luna era suficiente para mostrarle quien era su visitante en las sombras. Sus blanquecinos cabellos, aquellos ojos ambarinos que brillaban desde las sombras y aquel silencio penetrante que siempre conseguía crear a su alrededor. Glen. Cerrando la puerta tras ella Judy contempló a su hijo, ya no era un muchacho aquel muchacho que nunca había sido su hijo, ninguno de lo dos lo sentía así, ninguno de los dos quería que aquello cambiara.
- ¿No sabes llamar a la puerta?
- Dudaba que alguien me abriera esta.
- En eso tienes razón, no eres bienvenido en este lugar.
Contempló como su hijo quien había estado sentado en uno de sus sillones de lectura se ponía en pie para caminar por la habitación, entre las sombras. Odiaba que hiciera aquello, odiaba que todo el mundo supiera que aquel maldito ladrón, merodeador de sombras, era su hijo. Le siguió con la mirada hasta que este se detuvo frente a ella. Por unos instantes bajo su mirada Judy se sintió terriblemente pequeña.
- Fue tu culpa, está muerta por tu culpa.
- Fue suya al ponerse en medio de todo lo que a ella no le incumbía.
- Era tu hija.
- Tu melliza... ¿no estas contento Glen? Por tu culpa he perdido a mi hija, y no contento con eso también me robaste a mi hijo.
- Jamás pensé que pudiera odiar a alguien como te odio a ti.
- ¿No tienes nada que robar?
- Lo tengo... ¿dónde están?
- Nunca pondrás tus zarpas sobre ellos, no eres más que una rata callejera.

Le mantenía la mirada fija en sus ojos, no quería que la viera temblar, no quería que sintiera su debilidad, sabía que Glen buscaba lo único que le quedaba de la ingenua y tonta de su hija. No lo iba a permitir, y por suerte él no sabía aún de lo que era capa, él se creía un simple ladrón. El sonido de una caja de música si hizo que la mujer al fin mirase el suelo y se abalanzara sobre su hijo para recuperar el objeto que este tenía en sus manos. Sin resultado.



jueves, 29 de mayo de 2014

Encadenado

Aquella casa se mantenía en el silencio que Zeit siempre adoraba, miraba cada una de las cajas, si que tenían tonterías aquellas dos. Durante unos segundos se quedó mirando una nota sobre las cajas, allí había escrita una serie de señas, allí tendrían que mandar todas aquellas cajas. Pero claro no iba a hacer todo el trabajo él solo, no iba a empezar sin el novio de la cría. No sabía a la hora que aquel hombre llegaría, pues seguía sin poder verlo, y eso le angustiaba ¿estaría fallando su poder? Si eso era así significaba que un nuevo dios del tiempo había nacido en su panteón y podía llegar a vencerlo.
Suspiró sentándose en una de las sillas y poniendo los pies sobre una de las cajas, le tocaría esperar. No esperó demasiado, unos 10 minutos cuando sintió que la puerta se abría, ya era hora de que llegara. Se aclaró la garganta con un carraspeo; para intentar alzar la voz sin que su garganta se quejara demasiado.

- Ni la cría ni su novio son puntuales....

Antes de que pudiera darse la vuelta escuchó un ¡Click! en su cuello, y el suave susurro de Elliot.

- Siento haberme demorado tanto, no sabía como presentarme ante ti...

La voz de Elliot sonaba, dulce, melosa y carente de vida, Zeit se puso en pie y agarró su bastón asestándole un golpe en el cuello a su abuelo, la calavera que adornaba el cabezal de este logró hacerle una herida, una especie de corte que no sangró. El pánico y la ansiedad se apoderaron del dios, que antes que pudiera reaccionar ante su descubrimiento recibía un golpe, un golpe que hizo que su nariz comenzara a sangrar y esta sangre manchara el suelo. Elliot al ver su expresión de pánico no pudo hacer otra cosa que reír, y cuando vio que el albino se disponía de nuevo a golpearle simplemente ordenó.

- No me ataques

Zeit exhaló una especie de grito, pues notaba como aquella especie de collar que Elliot le había puesto comenzaba a oprimirle el cuello, dejándole poco a poco sin respiración, hasta que se vio obligado a tirar su bastón, y aquella opresión en su cuello desapareció, y la ansiedad en su pecho aumentó.

- ¿qué es esto?

Logró musitar, un susurro ronco, pues la garganta, bien sabido era por Elliot que su garganta era un gran punto débil, sus ojos se habían comenzado a llenar de lagrimas pues le escocían, siempre que lloraba lo hacían, y le era muy desagradable, pero aquello ahora mismo no lo lograba sentir, solo quería que Elliot le explicara que demonios le había hecho.

- Ahora eres mio, mi títere, estas obligado a hacer todo lo que yo desee, dale las gracias a tu querida hermanita...

Elliot se lo explicó de forma sencilla, ya iría el muchacho comprendiendo poco a poco que le había hecho, como le había logrado fastidiar la vida solo poniéndole cara de angelito a Afrodita.

- No te voy a encerrar en una jaula, por ahora... eres mío, harás lo que te ordene, y espero que lo hagas de un modo fácil y no me obligues a castigarte, por ahora mis únicas ordenes son sencillas, une tus dos mitades, y despídete de tu mundo, pues no quiero que te refugies en él, nadie debe saber lo que te he hecho.


Elliot no dijo mucho más con aquello había bastado para que el muchacho se hundiera, y un sentimiento de odio hacia Alice creciera dentro de él  ¿cómo había podido traicionarle de aquella manera? Elliot se desvaneció de aquel lugar, y el muchacho tapando su sangrante nariz puro rumbo a tu templo, pues ahora aquellas visiones cobraban sentido, y tenía mucho miedo.

miércoles, 12 de marzo de 2014

La segunda visión.

Aquel templo siempre parecía permanecer en el mismo estado, sus innumerables pasillos de columnas no tenían ni una simple mota de polvo que pudiera perturbar el blancor del mármol del que estaban construidos, realmente era un interminable bosque de columnas, donde si mirabas al techo veías lo que venía siendo la imagen de un cielo, en blanco y negro con grandes nubes contrastadas por estar a contra luz con el sol, aunque claro, todo era una ilusión creada por el dios que siempre deambulaba por allí.
Al final de toda aquella columnata allí estaba el muchacho entado en aquel blanquecino trono ante su espejo, evidentemente no era un espejo cualquiera, era una especie pila, llena de un agua cristalina donde al menos el dios del tiempo podía ver perfectamente el pasado, presente y los distintos futuros que barajaba el destino. Pero allí en aquel trono no se encontraba el dios que debía, sino que estaba aquel gato suyo, Cabrón, digo Carbón, ese gato delgaducho negro que no paraba de temblar conforme le entraba alguna brisa.
Zeit estaba mucho más adentro, en aquella parte del templo que parecía una vivienda, pues aunque era un dios no iba a estar todo el tiempo entado en un duro trono, claro que no, estaba en aquella parte del templo, sentado en el suelo mientras leía bastante entretenido un libro escrito por algún mundano que seguramente ya había muerto. La estampa rebosaba tranquilidad, y solo se escuchaba aquel ruido de reloj que parecía nunca cesar y el pasar de las paginas cuando el albino muchacho terminaba de leer una página.
Desgraciadamente esa tranquilidad se rompió cuando el dios abrió los ojos de golpe, pues parecía que en su mente se dibujaba una visión.

" Zeit miraba arrinconado desde aquella celda a su alrededor, el suelo de aquella prisión parecía estar manchado con su propia sangre, pero su visión estaba nublada ¿qué le pasaba en los ojos? Se llevó las manos a lo ojos, y entonces vio aquellas cadenas en sus muñecas y quedó vagamente paralizado hasta que sintió una gota de sangre caer de sus ojos hasta su mano izquierda, entonces gritó"

Y aquel grito no se escuchó solamente en aquella visión, en aquella sala donde se encontraba Zeit parecía completamente ido, sus ojos se mostraban blancos y no mostraban ni siquiera aquel reloj que tanto le caracterizaba, aquel grito parecía haber descargado parte de energía pues había mandado todo lo que tenía delante contra la pared, pero la visión parecía seguir.

"Un leve temblor se apoderó de él, y tras ese grito la garganta parecía arderle, pero haciendo un acopio de fuerzas intentó gatear hasta aquellos barrotes, para intentar reconocer aquel lugar, y por el pasillo de aquella prisión vio una sombra y escuchó una risa, una sombra y una risa, pero sabía que era una sombra pues ese ser escapaba a su poder de visión ¿Quien demonios era? ¿sería la misma persona que le dejó sin su amada Arcadia? Pese al temblor se llevó las manos a la cabeza intentando forzar su poder innato, pero no podía ver nada más que la estancia que le rodeaba. Entonces apoyó la cabeza entre dos de los barrotes, sintiendo el agradable frió de estos sobre la piel, y fue cuando alzó la mirada para ver la fila de celdas que había frente a la suya. Eran mucho más pequeñas, y parecían estar ocupadas ¿quien compartiría su desgracia? Intentando aclararse la sangre de los ojos con una manga ya algo ajironada forzó lo que le quedaba de visión para reconocer a aquellas personas, frente a él cara a cara se encontraba Alice, oh pobre niña, pues no parecía tener muy buen aspecto, aunque tampoco era una niña ya, en la celda de al lado aquella mujer, ¿estaba embarazada? Al estar más lejos y sus ojos medio ciegos no pudo reconocerla, pero al otro lado de Alice había alguien más. Y esta vez la angustia se apodero de él, de tal modo que comenzó a arañarse él mismo los ojos, en un arranque de locura y pánico, queriendo así acabar con aquella horrible visión. Si ella estaba allí ¿donde estaba la pequeña? ¿donde estaba su Alicia? Lo ojos comenzaron a escocerle, y quizás por la perdida de sangre o porque la visión terminaba Zeit cayó en el suelo murmurando un nombre"

- Lyriel....

Al terminar aquella visión pareció que volvió en si mirando entonces sus manos, sus muñecas estaban bien, su ropa estaba intacta aunque sintió como una pequeña gota de sangre caía a su mano, y aunque se asustó no venía de sus ojos, sino de su nariz, y fue entonces cuando miró a su alrededor, Mad Hatter había salido como si inconscientemente le hubiera invocado y todo aquel lugar parecía haber sufrido un terremoto o algo por el estilo, pues claro esta que él no se había dado cuenta de que aquello lo había hecho él mismo. Cogió aire abrazándose sus propias rodillas y hundiendo la cabeza en estas, ahora solo quería que esa horrible visión no fuera cierta, pues ya había tenido suficiente con la de Zeit, y es que el muchacho nunca solía mirar su propio futuro, y por ello aquello le aterrorizaba, tanto que no se percató en que el sonido del reloj se había detenido y que alguien entraba en su templo-